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En este ensayo que va de la filosofía a la intervención política, el autor define el proyecto de Javier Milei como un fascismo del siglo XXI, herramienta del capitalismo tecnológico y financiero global, que se articula con los "poderes mafiosos" que ocupan el Estado para sus negocios privados.
La deriva antidemocrática de buena parte de los gobiernos del mundo está en el centro de la conversación política. Se debate cómo caracterizarlos, combinando etiquetas: si son derecha ultra o extrema, si sus políticas son neoliberales, conservadoras, nacionalistas, globalistas. Y surge con fuerza una palabra: fascismo. Consumado o en progreso. Uno para analizar más por las características propias del siglo XXI que por las comparaciones históricas. El filósofo Rocco Carbone propone entender el poder fascista como una posibilidad siempre latente, que aparece como una herramienta a la que recurre el capitalismo cuando atraviesa una crisis. A esta primera interpretación el autor añade que cuando los medios de fuerza regulares de un Estado le resultan ineficientes o lentos, el capital acude también a sus resortes mafiosos. La tesis central de este ensayo es que mafia y fascismo son poderes complementarios.
Lo que aquí se entiende como poder mafioso es más una forma de tomar el Estado, los espacios de gestión de lo público, para someterlo a intereses privados, que el universo del crimen organizado descripto -y caricaturizado- en cine y series. Es en este sentido que el fascismo y los poderes mafiosos se empalman, subordinan lo social a sus propias exigencias político-estratégicas, tienden al control absoluto del territorio, profundizan y exasperan las discriminaciones de clase, provocan una redistribución desigual de la riqueza -aún más que cualquier experiencia neoliberal- y aniquilan el tejido productivo. Son, en definitiva, el instrumento de una fase actual del capitalismo tecnológico y financiero en el que la clase dominante es una burguesía que maneja los "monopolios absolutistas globales totalitarios".
En ese marco el autor ubica las experiencias locales: de la derecha identificada con el gobierno y el partido de Mauricio Macri al "experimento libertariano" de Javier Milei, sus imbricaciones, sus continuidades, su complementariedad. Carbone escribe con una fuerte voluntad: la de intervenir en la discusión -y el devenir- de la política en la Argentina.
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